La obesidad es una enfermedad crónica, multifactorial que ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel global, representando una compleja condición médica con serias consecuencias sociales y psicológicas. El exceso de la adiposidad visceral se encuentra asociado con una plétora de disfunciones metabólicas desistencia a la insulina, hipertensión arterial, disminución de la fibrinólisis, inflamación de endotelial que aumenta del riesgo de trombosis, e incrementan el riesgo de enfermedad cardiovascular.
El sobrepeso se consideran tan importantes como otros factores de riesgo clásico relacionados con la enfermedad coronaria. El tejido adiposo no sólo actúa como almacén de moléculas grasas, sino que sintetiza y libera a la sangre numerosas hormonas relacionadas con el metabolismo y la regulación de la ingesta.
Asimismo, la obesidad se asocia a numerosos factores de riesgo cardiovasculares como dislipidemia, hipertensión, diabetes, marcadores inflamatorios y estado protrombótico o de padecer ACV
Se habla de obesidad cuando en la composición corporal de una persona el componente graso excede en un 20% los estándares de referencia. Epidemiologica y clínicamente, en la población adulta la obesidad se tipifica como la persona cuyo índice de masa corporal supera el valor de 30.
La prevalencia de obesidad y de síndrome metabólico ha aumentado en los últimos tiempos, debido al cambio de los hábitos dietéticos y al sedentarismo. En el caso en concreto de la obesidad abdominal, a pesar de ser un factor de riesgo cardiovascular muy importante y científicamente probado, es también uno de los que menos se conocen y no solo a nivel de los ciudadanos en general, sino también a nivel de los profesionales sanitarios, siendo un parámetro que cuesta introducir todavía en la práctica clínica diaria.
La grasa intraabdominal presenta un papel fundamental en el riesgo cardiovascular. El acúmulo de tejido adiposo alrededor de algunos de los principales órganos del cuerpo(intestinos, riñones, bazo e hígado) puede provocar efectos deletereos, como alteraciones del colesterol total, aumento de triglicéridos, resistencia a la insulina, incremento del riesgo de diabetes, hipertensión y fenómenos proinflamatorios y protrombóticos y esta relacionada con el síndrome metabólico (SM) . Por todo ello, el riesgo cardiovascular se multiplica.
Se debe establecer el mejor manejo y tratamiento, en forma integral, teniendo en cuenta, poblaciones especiales, condiciones de riesgo, daño en órganos blanco, cuadros especiales, enfermedades concomitantes, para lograr tres enfoques fundamentales: prevenir eventos cardiovasculares, brindar protección de órganos blanco y mejorar la calidad de vida, mediante la detección temprana de la aterotrombosis subclínica.